En 1969, la pintora Emma Reyes envió a un amigo historiador, Germán Arciniegas, la primera de las veintitrés cartas en las que le revelaba las duras circunstancias en las que había transcurrido su infancia. Su amigo quedó conmocionado por los dolorosos recuerdos de la artista y decidió mostrarle los textos a Gabriel García Márquez, quien animó a Reyes a seguir escribiendo. La correspondencia se mantendría hasta 1997; durante ese tiempo Arciniegas había conseguido el permiso de Emma Reyes para publicar las cartas tras su muerte.
Con una escritura que brilla por su honestidad y por su alejamiento de lo pretencioso, Reyes describe las adversidades que vivió durante su infancia en Colombia a comienzos del siglo XX, cuando fue abandonada junto a su hermana en un convento. Relata sin autocompasión, con inteligencia de adulta pero con ojos de niña, y logra transmitir al lector con exactitud aquello que sintió.
Publicado por primera vez en Colombia en 2012, Memoria por correspondencia se convirtió en uno de los libros del año en ese país, y desde entonces sigue emocionando a cuantos se acercan a él.
«Tras tanto dolor, el lector logra salir de la lectura reconciliado con la humanidad porque, acompañando a la autora, sabe del renacer de la esperanza de esa adolescente fugitiva que al fin podrá volver a empezar.»Jordi Amat (Cultura/s)
«Aunque no hay propósito estético, cada página desprende una helada y escabrosa belleza. (...) Al terminar el libro, el horror sigue temblando en la memoria, pero con una hebra de esperanza, anunciando que el sufrimiento del ser humano sólo puede curarse con el afecto de otro ser humano o con la creación artística, que es otro acto de amor y tal vez el logro más alto de nuestra especie»Rafael Narbona (El Cultural)
«Mientras leemos esta Memoria por correspondencia, los lectores también crecemos a golpes. Y sonreímos.»Marta Sanz (El País - Babelia)