Esta es la historia de un combate desigual entre los políticos y los mercados. Entre los leones Daoíz y Velarde que custodian el Congreso de los Diputados, la sede de la soberanía nacional, y los dioses Hermes y Deméter que presiden el Palacio de la Bolsa. Una lucha que empezó en enero de 2010, cuando José Luis Rodríguez Zapatero subió al escenario de Davos y el mundo vio que España podía ser como Grecia. La prima de riesgo fue el marcador de esa confrontación.
El relato abarca a dos presidentes y sus rectificaciones. Desde Zapatero, que se cae del caballo del keynesianismo en mayo de 2010 en una cumbre en la que firmó un comunicado fantasma del que después no se ha acordado, hasta Rajoy, cuya rectificación más profunda es el discurso del «no podemos elegir» de julio de 2012, casi el lamento de un presidente mendicante.
Los años de la prima de riesgo fueron terribles para el poder político. Nunca en la historia de la democracia los mandarines vieron tan amenazado su statu quo. Ni Zapatero ni Rajoy tuvieron que pedir rescate, aunque en esos tres años estuvieron varias veces a punto de hacerlo. De las luchas por librarse de él han quedado una reforma constitucional exprés y varias otras medidas (laborales, fiscales, financieras…). Sin embargo, su victoria momentánea ha impedido el gran cambio que muchos esperaban para que España rompiera con algunos de sus atavismos. Por eso, esta también es la historia de una oportunidad perdida.