Marcada por su temprana orfandad materna, la escritora británica Charlotte Brontë, que a lo largo de su corta vida acumuló muchos lutos, revela en su obra el apasionado deseo de encontrar un lugar en el mundo. Jane Eyre, la obra que consagró su éxito fulminante, tiene los ingredientes de una novela gótica, pero rebasa con mucho las convenciones del género. Cándido Pérez Gállego explica en la Introducción cómo Jane, la protagonista, es portavoz de un nuevo modo de descubrir la realidad, y su reflexión nos lleva a un viaje hacia la autenticidad. Al valor histórico –Charlotte Brontë logra un cuadro enormemente plástico de la sociedad británica de su época– se unen aquí el valor moral y el literario. Porque, en efecto, superando las técnicas tradicionales de los diálogos, una especie de «comentario mental» abre en Jane Eyre el camino que conducirá a Virginia Woolf.
« Amable lector: ¡ojalá no sientas nunca lo que yo sentí entonces! ¡Ojalá no llores nunca las ardientes y tumultuosas lágrimas que yo lloré en aquella ocasión! ¡Ojalá no eleves nunca al cielo una plegaria tan desesperada y angustiosa como la que entonces brotó de mis labios! ¡Ojalá no te veas nunca en el caso de ser instrumento del dolor de aquel a quien amas, como me sucedía a mí!»