“Veo correr arroyos de sangre sobre la tierra. Una explanada de miles y miles de cadáveres, unos negros como el carbón y otros naturales.” Esta es para muchos una revelación de la Virgen María que anticipa la guerra civil; para otros, un episodio más de la histeria colectiva vivida en una España que acababa de inaugurar la República.
El 29 de junio de 1931 la Virgen María se apareció a dos niños en la ladera del monte de Ezkioga. A finales de ese mismo año, un millón de personas había acudido a esta aldea del País Vasco para escuchar los relatos de los dos niños, así como del centenar de «videntes» que habían tenido otras visiones sagradas. Esta ola de apariciones, extendida por amplias zonas de España, convulsionó a la sociedad antes de que el gobierno y el Vaticano silenciaran de los hechos. Pocos hoy son los que recuerdan que los videntes y los creyentes pasaron primero a la clandestinidad, y posteriormente fueran encarcelados en sanatorios mentales.