En la cuarta serie de los Episodios nacionales, Galdós retrata la vida española durante el reinado de Isabel II; comienza la serie en 1847, ya que, pese a que la Reina había ascendido al trono en 1843, los años iniciales del reinado figuraban en la serie anterior; y termina en 1868, con la revolución burguesa que lleva a la Reina al exilio y supone la expulsión de los Borbones del trono de España. Por eso se inicia con los desórdenes que marcan el ambiente revolucionario europeo de 1848 (Las tormentas del 48), mientras en España la Reina, que debe su trono a los liberales, se verá cada vez más dominada por carlistas y ultramontanos (Los duendes de la camarilla). Así lo explica el marqués de Beramendi en imaginaria conversación con Isabel II: «¿Por qué celebras la adhesión del absolutismo, si el llamarlo y acogerlo ha sido tu error político más grande, pobre majestad sin juicio?». Este personaje, cuyas Memorias ocupan gran parte de la serie, es paradigmático de la sociedad isabelina: su matrimonio de conveniencia con la heredera de una familia burguesa enriquecida por la desamortización, y su elevación al marquesado por la Reina, le convierten en ejemplo de la fusión entre la alta burguesía y la nobleza fraguada durante esos años en España. Dotado de una clarividencia notoria, conoce y juzga desde dentro todas las lacras sociales y políticas de su tiempo.
El desarrollo económico de esta etapa, con la aparición de la bolsa, las compañías de seguros, los primeros restaurantes de lujo y el despilfarro de la burguesía, se alternan con la vida conspirativa de los refugiados españoles en París (La de los tristes destinos), la guerra de Marruecos (Aita Tettauen) y la del Pacífico (La vuelta al mundo en la Numancia), los frustrados intentos de derrocamiento de la monarquía (Prim), y sus últimos preparativos y triunfo en septiembre de 1868, que profetizan ya, por medio de distintos motivos, su no tan lejano fracaso.
Escrita entre 1902 y 1907, la cuarta serie de los Episodios nacionales relata sucesos históricos y ficticios de la época isabelina, pero Galdós pensaba, ante todo, en sus contemporáneos, en la sociedad de la Restauración tras el desastre del 98, que sólo consiguió acentuar los defectos de la época reflejada en esta entrega.