Veinte personas, hombres y mujeres, reviven el inicio de la guerra civil española, el miedo ante los bombardeos, la violencia política, la persecución, la muerte, la cárcel, el hambre, el día a día de la población, el exilio... Se consideran hijos de la guerra porque mientras unos la padecieron directamente con toda su crueldad, otros la sufrieron en la distancia, desde su exilio forzoso como «niños de la guerra» hacia las lejanas y desconocidas tierras de México o la Unión Soviética. Todos coinciden en afirmar que, de una u otra forma, vivieron atrapados por la lucha de las democracias europeas contra el fascismo, primero en la guerra civil española (1936-1939) y después en la segunda guerra mundial (1939-1945).
Los testimonios recogidos en este libro se distribuyen en tres grandes bloques:
Por tierra. Hablan los jóvenes que lucharon directamente en el conflicto: guerrilleros como Lluís Martí Bielsa, soldados como Antonio Cánovas, milicianas como Ángeles Flórez «Maricuela», es decir, personas que defendieron la Segunda República arriesgando sus vidas y que, tras la victoria de los militares sublevados, fueron represaliadas durante años, incluso décadas, en las prisiones españolas.
Por mar. Los «niños de la guerra», aquellos menores que, para salvarles de la violencia del conflicto, sus familiares les embarcaron rumbo a otros países. Tras pasar largas penurias, como fue el caso de la española Teresa Alonso que estuvo en el Sitio de Leningrado (1941-1944), algunos de ellos regresaron años más tarde a una España que les acosó sin tregua.
Por aire. Los protagonistas son los últimos aviadores de la Segunda República que aún viven como, por ejemplo, Gregorio Gutiérrez «Guti » o Francesc Pararols. Unos surcaban los cielos de España en gestas heroicas para bombardear y destruir objetivos enemigos; otros marcharon para formarse y combatir en la Unión Soviética con el Ejército Rojo. Al finalizar la guerra quedarían presos y serían obligados a reconstruir desde cero sus vidas.