Habituado a recorrer los bares más baratos y pordioseros de la ciudad, Pol Rodellar nos cuenta en este diario de crecimiento su idilio tardío con Carrer Parlament, probablemente la calle barcelonesa más entregada a la gentrificación. Rodeado de vermuts caseros a precios desorbitados, bocadillos de aguacate, yayos desahuciados, paredes de ladrillo visto, heroinómanos con jerseys de lana y cervezas artesanas, el ya-no-tan-joven periodista y músico se ve obligado a enfrentar una cruda realidad: su ciudad ha cambiado tanto como él ha envejecido.
Con una mirada crítica y autoparódica, con humor roñoso y poca vergüenza, Rodellar se pregunta desde ese decorado aséptico dónde queda lo auténtico en una ciudad tan promiscua y duda —sobre todo, duda— que haya un futuro benévolo para los hijos de la crisis y los alquileres desorbitados. El resultado es una oda a una calle que, lejos de tener voluntad propia, ejerce estoicamente su función observadora del implacable paso del tiempo.