Siempre que le preguntan, Quim Monzó explica que Mil cretinos es su libro más alegre, pero no es verdad. Hay –eso sí– humor: un humor negro que tiñe los diecinueve relatos de este libro, pero ¿alegría? Quizá confort, porque resulta alegremente reconfortante pasar cuentas con el dolor, con la vejez, con la muerte, con el amor y con el desamor, con las rencillas cotidianas, con el vacío del paisaje. En Mil cretinos Monzó observa, divirtiéndose, el apasionante equilibrio entre la dicha y la desdicha: el hervor de la tristeza bajo un cielo tan azul que resplandece de felicidad.
«Lo que más puede entusiasmar de Mil cretinos es el tono felizmente desamparado que funciona como música de fondo desde el principio hasta el final. No es menor el mérito con el que Monzó sabe hacer que el lector sonría a pesar de ir hundiéndose paulatinamente en un cúmulo sensacional de miserias cotidianas. Son unos cuentos tan tristes y terribles como los que escribía Virgilio Piñeira» (Ponç Puigdevall, El País).
«La manera de escribir de Monzó es la del gran narrador que construye sus historias desde la duda y la insatisfacción más hirientes. Cada vez va más a fondo en su análisis de la naturaleza humana... La mayor de las ternuras disimulada tras una inmisericorde crueldad. Qué grande es Quim Monzó» (Julià Guillamon, La Vanguardia).