Cuando Andrea Hirata empezó a escribir La tropa del arcoíris, no se podía imaginar que en su mesa de trabajo empezaba a latir el corazón de una novela que estallaría en todo el mundo.
El pulso que diez chavales inolvidables y dos profesores echaron al gobierno indonesio al obstinarse en mantener abierta la escuela que les permitiría abandonar el estado de semiesclavitud en el que vivían se convirtió en un relato estimulante que conquistó el ánimo de más de cinco millones de lectores.
Una traductora se hizo eco de esta historia que estaba revolucionando el archipiélago indonesio. Sin más aliciente que hacer partícipe al mundo entero de lo que estaba sucediendo en ese país en el que unos pocos habían truncado el plan de políticos y dirigentes de acabar con la educación pública, gratuita y universal, tradujo la novela al inglés. Una agente se propuso dar el salto internacional y convencer a los lectores de que esta historia era precisa, emocionante, universal y extraordinaria. Así consiguió traducir La tropa del arcoíris a veintitrés idiomas.
Prolonga una cadena de emociones que se inició en un país lejano lleno de inquietudes comunes.
Esta es la tropa del arcoíris: Ikal, aspirante a escritor; el forzudo Sansón; Harun, un síndrome de Down obsesionado con el número tres; el crédulo A Kiong; la batalladora Sahara; Trapani, guapo y precoz; el pequeño Syahdan; Kucai, presuntuoso y pomposo; Mahar, un artista atraído por lo oculto; y el increíble Linsang, un genio matemático. Un grupo de alumnos que, a través de sus aventuras, de sus historias de amor y de sus esfuerzos en un país apasionante y hostil, es capaz de hacernos reír, llorar, soñar, viajar y reflexionar.