La narradora de Las posesiones viaja de Barcelona a Palma para pasar unos días en familia y tranquilizar a su padre, a quien la jubilación y unos problemas con un vecino tienen al borde del colapso. Mientras trata de entender su extraño comportamiento, se reencuentra con un antiguo amante y mentor, y recuerda un macabro suceso acaecido a principios de los noventa en el que un exitoso empresario madrileño, socio de su abuelo, mató a su mujer y a su hijo y luego se suicidó.
Locura, exceso de celo, depresión, la protagonista se pregunta por los abismos que esconde cada ser humano. Y muchas de las cosas que ha vivido se le revelan ahora de una manera diferente. Enlazando con pericia tres hilos narrativos distintos –que nos llevan de la crisis del periodismo a la corrupción, pasando por la educación sentimental de la protagonista–, Las posesiones es una novela sobre aquello que perdemos mientras maduramos y aprendemos que «crecer consiste en esto: no tener adonde volver».
«Temas cuyo interés deriva tanto de sus plurales significados, siempre relativos a la condición humana, como del daño que suelen provocar. Son el gancho fundamental de un libro valiente y ambicioso cuyos sentidos provocan un eco prolongado tras la lectura. (…) Por eso escribe, para hablar de cosas de las que nunca se habla, de la culpa y el dolor de la memoria. Y trenza pasado y presente con envolvente destreza para relatar lo que somos y lo que perdimos. Lo dicho: un placer disfrutar de esta escritora.»Pilar Castro (El Cultural)
«Novela llena de momentos brillantes y personajes, como el del padre o la propia narradora, extraordinarios. (...) Con gran sensibilidad y sutileza, Llucia Ramis hace en "Las posesiones" una oda a los mundos que desaparecen y a lo difícil que es desprenderse de las cosas.»Laura Ferrero (ABC)
«Novela impecable y de factura moderna que entreteje sin miedo tres argumentos que pueden resultar de un primer golpe de vista dispares pero que van a unirse gracias al estilo de Llucia Ramis, una manera que te atrapa (…) "Las posesiones" refleja la madurez narrativa y la solidez de la autora.»Diego Gándara (La Razón)