«En 1988 publiqué Los escenarios de la memoria, que pretendía ser un ejercicio literario para explicar, a través de mi relación con algunos personajes relevantes del mundo de la cultura, una parte de mi formación intelectual.» Ahora, con Seductores, ilustrados y visionarios, que según el autor «pertenece al mismo género literario», Josep M. Castellet nos ofrece una visión de seis personajes, «todos amigos personales y compañeros de aventura literaria o cultural durante muchos años», en los tiempos adversos de la dictadura.
Manuel Sacristán, Carlos Barral, Gabriel Ferrater, Joan Fuster, Alfonso Carlos Comín y Terenci Moix, que con los años se convirtieron en figuras destacadas de la vida cultural catalana y española de la segunda mitad del siglo XX, son los protagonistas de Seductores, ilustrados y visionarios, aunque Castellet también nos ofrece algunas claves de su propio retrato al entrelazar su biografía con la de los otros.
Apelando a la memoria y a partir de situaciones reales poco conocidas, que arrancan de los años cuarenta del siglo pasado, el autor enhebra un relato original, sincero, irónico, crítico y agudo que lo confirma indudablemente, veinte años después de Los escenarios de la memoria, como un gran prosista.
«A Castellet se le han muerto habitantes fundamentales y coetáneos de su planeta intelectual: Gabriel Ferrater, Costafreda, Sacristán, Barral, Gil de Biedma y le veo algo cansado de darse el pésame a sí mismo. Pero seguro que prepara algo importante» (Manuel Vázquez Montalbán, 2001).
«El valor del libro está en la agudeza del testimonio, en convertir la anécdota en categoría al ir retratando al personaje y, tras él, su época y, cuando menos, atisbos de su obra. Lo mismo que hizo Josep Pla en sus Homenots» (F. de Carreras, La Vanguardia).
«Un entrar y salir incesante, un poco vicioso y un poco morboso, e invariablemente seductor, en las vidas de media docena de personajes admirables y, sobre todo, un no dejar de estar cerca de un escéptico calculador y astuto, risueño en la prosa como lo es en la calle, y nunca dispuesto a hacer pasar por importante y trascendente algo que haga poner los ojos en blanco» (Jordi Gracia, El País).
«La gran virtud del libro de Castellet es la elevación de la voz del narrador, no impostada, sino pulcra. No sólo consigue convertir el recuerdo íntimo en una lectura apasionante (gracias a su elegante sintaxis, a su registro distanciado), sino que proporciona parámetros exquisitos de desarrollo moral» (J. M. Fonalleras, El Periódico).